2. ANTECEDENTES Y ENFOQUES DEL ESTADO FRENTE A LA JUVENTUD



La juventud ha jugado un papel relevante en el desarrollo del país, ha participado en la construcción de diferentes tendencias y cambios en el escenario social que la han llevado a encauzar las miradas de múltiples sectores sociales, económicos, políticos. A modo de hipótesis planteamos que el Estado no ha contado con criterios específicos y unitarios para elaborar políticas para la juventud

Encontramos que los conceptos con los cuales el estado fundamenta su accionar en relación con la juventud están orientados a entender dos dimensiones de esta: una construida desde la psicología y la pedagogía, es la adolescencia, asociada al crecimiento evolutivo corporal con la edad social, como una etapa pasajera en la formación de un niño en adulto. La otra, desde las ciencias sociales, el joven sujeto urbano relacionado con, la cultura, la delincuencia, el club juvenil, la contracultura, las tribus urbanas, entre otras, que navegan en el marco de las configuraciones sociales en la ciudad industrializada.[1]

Lo anterior se constata desde una ruta histórica. La manera en que se han venido desarrollando diferentes tendencias de la institucionalidad pública frente a la interpretación de lo que llamaremos juventud.

En los años 50 y 60 en Colombia se utiliza un enfoque Asistencialista-Paternalista. La juventud es entendida como una etapa de preparación para la vida, la cual requiere que el joven sea orientado y formado bajo la tutela del adulto, el cual esta envestido de autoridad, experiencia y razón. El joven tiene muy pocas opciones para la toma de decisiones.

En 1968 Crean el Instituto Nacional de la Juventud, la Recreación y el Deporte, COLDEPORTES y el ICBF. Además se aceleran los procesos de modernización en el que se presenta la ampliación del sistema educativo a todas las capas sociales. Se implementa la moratoria social[2] y se da paso una cultura adolescente. Basada en el estructural funcionalismo. Inserción en el sistema escolar, formación para el trabajo y aparición de un sistema de valores autónomo a la cultura adulta.

La emergencia de identidad juvenil no se hace esperar en un contexto de modernización y urbanización del Estado y el territorio, dando paso a lo que se puede denominar Joven, Sujeto Contracultural[3], tramitador del conflicto desde lo simbólico, y joven como sujeto producto de las prácticas, y nombramientos, lo cual dio paso a la teoría prefigurativa, desde la sociología y la antropología. El joven es expresión de la nueva sociedad. Neotribalismo como oposición a la individualización contemporánea, lo que hoy se conoce como el Joven sujeto del cambio

En un contexto de crisis de la modernización y urbanización, se celebra en 1985 el año Internacional de la Juventud (Naciones Unidas), se clasifica al joven como víctima y victimario, vulnerable a múltiples riesgos. Requiere de factores protectores (educación, recreación y control); se gesta entonces un discurso de vulnerabilidad en tanto que las políticas muestran serias limitaciones en la inserción de la población juvenil. El enfoque de intervención se orienta solo a jóvenes en las ciudades, en condiciones de marginalidad. En esas condiciones emergen jóvenes que como medio de sobre vivencia se vinculan a actividades al margen de la ley o a las violencias urbanas. Aparece la figura del sicario y el pandillero.

A finales de los años 80 los jóvenes protagonizaron acciones de fuerte efecto desestabilizador en la sociedad. Las intervenciones se basaron en la contención para las poblaciones más afectadas, en la prevención y control del delito, surge una tendencia a la criminalización de la juventud, se adopta el Código del Menor y se acoge la Convención Internacional por los Derechos del Niño.

Ya en los 90, con la Creación de la Consejería Presidencial para la Juventud, la Mujer y la Familia, ratifica Colombia de su Adhesión a la Conferencia Internacional de los Derechos del Niño; inicialmente con la promulgación de la constitución de 1991 en el contexto de la globalización. Se origina una diversificación de los modos de experimentar lo juvenil desde estéticas ligadas a las sociedades de consumo e información, Interaccionismo Simbólico e industrias culturales, lo cual diversifica, mezcla y proporciona varias opciones para entender la realidad juvenil en un contexto global, lo que se podría catalogar como el contexto de la emergencia de las culturas juveniles. Ello origina en 1992 la Creación del Vice-ministerio de la Juventud, Adjunto al Ministerio de Educación Nacional y en 1995 con la Creación del Programa Clubes Juveniles[4]. Y en 1997 con la Ley 375 de Juventud.

Se empiezan a definir políticas para entender la condición del joven como sujeto de derechos y deberes ciudadanos, igual al resto de la población, que amerita ser atendido en sus necesidades y potencialidades especiales, como actor clave del desarrollo. Las intervenciones institucionales empiezan a formar a los jóvenes para que conozcan y exijan sus derechos, persiste la tendencia a gestar un marco normativo que permita avanzar en el desarrollo de directrices para la prevención de la delincuencia juvenil, a través de la inserción de los jóvenes en proceso de responsabilidad penal.[5]